La impactante labor del limpiavidrios intrépido en Santo Domingo
Un joven valiente se adentra en las peligrosas alcantarillas del sector, mientras las trullas de vehículos pasan raudas por encima de él. Su vida pende de un hilo en ese inhóspito lugar, pero él continúa impertérrito con su labor. Las gomas de los autos rozan su cabeza mientras realiza su maniobra bajo la tierra, desafiando a la muerte con cada movimiento.
En la concurrida intersección de la Mella y San Vicente de Paúl, en Santo Domingo Este, este intrépido limpiavidrios busca su sustento en lo más profundo de las alcantarillas. ¿Qué secreto guarda ese hoyo al que se entrega sin vacilar? Allí, entre semáforos y autos apresurados, su misión es clara: limpiar los vidrios de los vehículos que transitan por la zona.
Se sumerge en busca de agua, ese recurso vital que necesita sin importar su procedencia. La alcantarilla se convierte en su fuente, tanto para limpiar como para refrescarse en la suciedad del líquido subterráneo. Con destreza, levanta la tapa, se sumerge ágilmente y llena su cubeta con el preciado líquido, siempre atento al tránsito que lo rodea.
Entre idas y venidas, realiza su ritual diario en el oscuro vientre de la ciudad. Llenando y vaciando la cubeta, el limpiavidrios no solo cumple con su tarea laboral, sino que también halla en ese lugar inusual un rincón para asearse. La alcantarilla se convierte en su refugio, donde el riesgo es parte de su rutina, y el valor su principal herramienta de trabajo.
Finalmente, sella el acceso al hoyo con destreza, llevando consigo su utensilio y su valentía. Así, entre el trajín de la gran ciudad, este hombre anónimo se gana la vida, sorteando los peligros que acechan bajo cientos de neumáticos. Su suerte parece estar echada, pero su determinación no conoce límites.